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martes, 10 de julio de 2018

Subida a Hacha Grande del Monumento Natural de Los Ajaches


Hacha Grande (562,32 m) del Monumento Natural de los Ajaches


El pasado jueves, cinco de julio del año en curso 2018,  andurriamos  por el Monumento Natural de Los Ajaches, la zona más antigua de Lanzarote.



Su historia geológica, de origen volcánico como toda Canarias,  se remonta sobre los treinta millones de años. 







El edificio  que arranca desde el fondo marino emergió a la superficie aproximadamente hace alrededor de quince millones de años







 con erupciones masivas hawaianas en forma de escudo que se prolongaron cerca de tres millones de años.






Desde entonces los fenómenos erosivos han desmantelado el macizo siendo en la actualidad sensiblemente menor a la mitad de su dimensión inicial. 





El aspecto actual de Los Ajaches se ha modelado además de por los agentes erosivos también por fenómenos de transgresión y regresión marina (levantamiento sobre el nivel del mar de 5, 15 y 50 m. en tres etapas diferentes) y, ya en la época de las erupciones fisurales estrombolianas, por el relleno de la rasa marina de Rubicón por lavas de Mtña Roja y Atalaya de Femés.   



 La mañana aparecía despejada y ventosa, así que de camino  al punto de salida ubicado en las proximidades del punto de control de acceso al citado lugar, iba pensando en alguna ruta alternativa. 






 Una vez allí decidí encarar la travesía dirigiéndome al E siguiendo el camino de tierra que va a parar a dos casas situadas a piedemonte, justo entre el Hacha Chico y el  Grande, pensando que si el viento arreciaba mucho en lugar de ir al pico más alto me conformaría con el más pequeño.


 Al rato me di cuenta de que no iba a ser éste el protagonista sino el calor, menos mal que a ratos corría algo de brisa y en las alturas soplaba lo suficiente como para refrescar pero nunca en exceso.




El citado camino discurre casi paralelo a una pequeña barranquera vierte aguas de la cara sur del Hacha Grande y la norte del Chico, por la zona conocida como Breña Esteba. 


A la mitad me acerqué al barranquillo para comprobar si por esa zona se podía encontrar la salvia menuda o salvia aegyptiaca. Efectivamente allí estaba, con flores diminutas incluidas. 







La vegetación es rala y escasa con predominio de aulagas -launaea arborescens- o matabruscas –salsola vermiculata y tetrandra -, alguna de estas últimas están ya en fructificación y empiezan a desarrollar alrededor del fruto alas semitransparentes muy vistosas a la luz del sol. 











A la altura de las casas el camino se convierte en estrecho sendero que sigue subiendo por el lado norte de la barranquera, por la parte de las faldas del pico al que pretendíamos llegar.

Una vez superadas las viviendas, bien protegidas por sus respectivos canes que avisan de nuestra presencia y concitan airada réplica de mis queridas acompañantes, Lua y Luna, muy en su papel de defensoras y poco conscientes de su tamaño; observo una mancha verde a la derecha y me acerco a observarla, una melonera, relativamente abundante en este rincón y que dan un tono de verdor a estos secarrales.






Ya las había visto al otro lado, en las proximidades de Playa Quemada y en los barrancos que fluyen hacia la Punta de Papagayo. Se trata de  Citrullus colocynthis o cohombrillo melonero (cohombrillera, cojombrillera, sandiera venenosa), planta tóxica muy vistosa en el contexto en el que se encuentra.



 Prácticamente ya al pie del acantilado fósil y en la unión de las barranqueras sur y norte de ambos Ajaches –se utilizan ambos nombres, hacha o ajache- vuelvo a la senda
y por ella completo la subida hasta llegar al borde de la pequeña crestería  conformada por Los Morros de Ajache Chico, Hacha Chico, La Degollada de Juan Perdomo, Hacha Grande, La Degollada del Portugués, El Morro de Los Dises, Pico Redondo y El Pico de La Aceituna.



Mirando al norte, a la izquierda se aprecia el camino ya recorrido, parte de la vasta llanura o antigua rasa marina del Rubicón con dos tonalidades diferentes que marcan el límite entre la zona ocupada por las coladas más recientes y oscuras del conjunto de La Atalaya de Femés  y las más antiguas y claras de Montaña Roja y los derrubios del piedemonte de esta zona. A la derecha observamos el Bco de Juan Perdomo encajado por la vertiente sureste de Ajache Grande y la noreste de Ajache Chico y sus Morros.

 







Como el viento en lugar de molestar es un alivio decido emprender la subida por el sendero bien marcado y empinado que en dirección N nos lleva al vértice geodésico de esta parte del macizo. 


Al culminar el primer repecho y aun sabiendo que este sendero lleva a la cima por haberlo observado en su día desde la cima del pico homónimo, viendo la pendiente y considerando que por la derecha ésta es menor me desvío al NE. Al principio se transita bastante bien pero al rato me doy cuenta que la decisión no ha sido muy acertada dado que al no haber senda clara, más bien caminos de cabras entrelazados, aumentar el desnivel y tener que decidir a cada paso la mejor vía a seguir, corrijo el rumbo al NO hasta volver a la senda de subida, ya casi al final del trayecto. El terreno es muy suelto y la vegetación todavía más escasa. Al final el esfuerzo se ve recompensado por la magnificencia del lugar tal y como se puede apreciar en las imágenes siguientes:




 Aprovecho la cima como suele ser lo habitual para hacer la parada correspondiente, reponer fuerzas, disfrutar del paisaje e inmortalizar el momento.

 El camino de regreso lo realizo por la senda ya citada que está bastante bien señalizada por innumerables montoncitos de piedras. La travesía transcurre con normalidad aunque algunos tramos hay que afrontarlos con precaución para evitar sorpresas desagradables.
 Aún en lugares tan áridos como éstos con la vegetación reducida a su mínima expresión podemos encontrarnos sorpresas como ésta, un magnífico ejemplar de alcaudón oteando el territorio. 


Recién iniciado el pasado siglo XX anduvo por estas tierras el geólogo Eduardo Hernández Pacheco. En su cuaderno de viaje, Por los campos de lava   editado por  TORCUSA y Fundación César Manrique,  Madrid 2002 (pgs 215-219) afirma en relación a Los Ajaches: El suelo que pisamos es el más viejo de la Isla (…) El basalto de estas montañas está dispuesto en bancos que sensiblemente parecen horizontales (…) la cresta de la sierra se presenta descarnada y formando filo y arista sumamente marcadas hacia las dos pendientes del E y del O, lo cual me explica el nombre de Ajaches y los de Hacha Pequeña y Hacha Grande (…) este último tiene el mismo aspecto marcadamente aristado (…) si bien es más agudo (…) los Ajaches se alzan de pronto muy abruptamente sobre la dilatada planicie que constituye el extremo SO de la Isla. La vertiente de este lado es una ingente y empinadísima escalera (…) producida por los fuertes y persistentes embates del mar (…) y nos vemos forzados a admitir cambios de nivel en el mar (…)
Las vertientes orientales, digo, difieren por completo de la occidental. De los picos arrancan hasta la bahía de Juan de Ávila, disminuyendo lentamente en altitud desde las puntas de arranque hasta la costa. (…) Entre ellos existen profundos valles cuyo fondo ocupan hondos y secos barrancos (…) lo escarpado, pelado y abrupto de las laderas, unido a la gran cantidad de agua que en poca horas cae (…) hace (…) que los fenómenos de erosión, denudación y transporte adquieren tan gran intensidad que compensa las poquísimas veces que el fenómeno se verifica al cabo del año.  (…) escasez de tierra vegetal del macizo montañoso, en el cual la roca viva se presenta en todas partes al descubierto.
 

 Estas acertadas palabras son un fiel reflejo de lo vivido, percibido y sentido en el día de hoy, naturaleza salvaje cuasi en estado puro, predominio de azules y ocres, belleza extrema de la sequedad y horizontes grandiosos los mires por donde los mires.

Para saber más:

  • Rodríguez Fernández, Roberto (director y coordinador). Guía geológica del PN de Timanfaya IGME y Everest, León 2010.
  • VV.AA. GEO-RUTA. Los Ajaches: En el corazón de un antiguo volcán. Geoparque de Lanzarote, IGME, ULL,  Cabildo de Lanzarote. Madrid 2016.
  • Bramwell, David y Zoe. Flores silvestres de las Islas Canarias. Rueda, Madrid 2001 4ª edición.
  • Eduardo Hernández Pacheco. En su cuaderno de viaje, Por los campos de lava   editado por  TORCUSA y Fundación César Manrique,  Madrid 2002
  • http://www.floradecanarias.com/
  • http://www.geoparquelanzarote.org/







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